Odio a los Indiferentes
Antonio Gramsci...1917
La indiferencia es el peso muerto de la historia. Es la bola de plomo para el innovador y la materia inerte en la cual frecuentemente se ahogan los entusiasmos más esplendorosos. Es el pàntano que circula la vieja ciudad y la defiende mejor que los muros màs fuertes, mejor que los pechos de sus soldados, porque traga en sus molinos arcillosos a los atacantes, y los diezma y desalienta en occasione que les lleva a desistir de la empresa heroica.
La indiferencia actúa poderosamente en la historia. Actúa pasivamente, pero actúa. Es la fatalidad, es aquello con lo que no se puede contar, aquello que confunde los programas, que destruye los planes mejor construidos. Es la materia bruta que se rebela contra la inteligencia y la sofoca. Todo lo que sucede, el mal que se abate sobre todos, el posible bien que un acto heroico puede generar (de valor universal) no se debe tanto a la iniciativa de los pocos que actúan, como a la indiferencia de muchos. Lo que ocurre, no ocurre tanto porque algunos lo quieran, sino porque la masa de los hombres abdica de su voluntad, deja de hacer, deja promulgar leyes que después solo la revuelta hará anular, deja subir al poder hombres que después solo una sublevación podrá derrumbar.
La fatalidad che parece dominar en la historia no es otra cosa que apariencia ilusoria de esta indipendencia, de este ausentismo. Los hechos madurados en la sombra por pocas manos, no vigiladas por nìngun control, tejen la tela de la vida colectiva, y las masas ignoran, porque no se preocupan. Los destinos de una época son manipulados de acuerdo con visiones restrictas, objetivos inmediatos, ambiciones y pasiones personales de pequeños grupos activos, y la masa de hombres lo ignora, porque no se preocupa. Pero los hechos que han madurado viene a desembocar; la tela tejida en la sombra viene a terminarse: y ahora parece que sea la fatalidad que arrolla a todo y a todos, parece que la historia no sea màs que un enorme fenòmeno naturale, una erupciòn, un terromoto, del cual solo quedan todos como vìctimas, quien ha querido y quien no ha querido, quien sabìa y quien no sabìa, quien ha sido activo o indiferente. Y èste ùltimo se irrita, quisiera sustraerse de las consecuencias, quisiera que quede claro que èl no ha querido, que èl no es responsable. Algunos lloriquean con tanta pena, otros blasfemaran obscenamente, pero nìnguno o pocos se preguntan: ¿ si hubiese hecho mi deber, si hubiese buscado de hacer valer mi voluntad, mi opiniòn, hubiese sucedido todo esto?. Pero nìnguno o pocos se autoinculparan de su indiferencia, de su excepticismo, de no haber dado su brazo a la actividad de aquellos grupos de ciudadanos que justamante para evitar aquel mal combatìan y lucharon para la adquisiciòn de los bienes que se propusieron.
La mayoría de ellos sin embargo, de los acontecimientos dados prefieren hablar de fracasos ideales, de programas definitivamente derrumbados y de estùpideces semejantes. Recomienzan asì su ausencia en cada responsabilidad. Y no es que no vean las cosas claras y que ha veces no sean capaces di prospectar hermosas soluciones de algunos problemas màs urgentes, o de quellos que, si bien requieren una preparación y tiempo, sin embargo, son igualmente urgentes. Pero estas soluciones son bellissimamente infèrtiles, pero esta contribución a la vida colectiva no está motivada por ninguna luz moral, es el producto de la curiosidad intelectual, más que un fuerte sentido de responsabilidad histórica que demamda que todos seamos activos en la vida y no admite agnosticismo e indiferencia de nìngun gènero.
Odio los indiferentes y me da aburrimiento sus lamentos de eternos inocentes.Pregunto a cada uno de ellos còmo ha desenvuelto el papel que la vida le ha puesto y pone todos los dìas, en lo que han hecho y, sobre todo, lo que no ha hecho. Y creo que puedo ser implacable, que no tenga que desperdiciar mi pena, no tener que compartir con ellos mis lágrimas.
Yo soy partidario, vivo, siento en las conciencias viriles de los de mi partido ya batir la actividad de la ciudad futura que estamos construyendo.
Y en esa cadena social que no gravita sobre unos pocos, en ella cada cosa que sucede no se debe al azar o a la fatalidad, al contrario todo es inteligente labor de la gente. No hay en ella nìnguno que se encuentre en la ventana a ver mientras que pocos se sacrifican, se desangran en el sacrificio ; y aquel que está en la ventana al acecho que pretende usufruir del poco bien que la actividad de pocos produce debe desfogar su desilusiòn insultando al que se sacrifica, al que se desangra, porque no tuvo èxito en su intento.
Vivo, soy militante. Por aquello odio a quièn no participa, odio a los indiferentes.
Antonio Gramsci . extracto de “La ciudad futura”…11 feberero 1917.
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